Hay días en los que la realidad te despierta con una fuerte bofetada, días en los que empiezas a ver como todos los cimientos que has ido construyendo a lo largo de los años se desmoronan poco a poco, que todas las personas en las que creías y confiabas, nunca están, que todo en lo que se basaba tu vida es una gran telarañas de sueños e ilusiones que nunca se cumplirán. 

Te cansas de dar todo de ti y no recibir nada a cambio, de intentar sacar sonrisas, cuando realmente a ti no te apetece sonreír.

No siempre podemos tirar de todo, formando en nuestra espalda una gran mochila que cada día pesa más. 

Pero llega un momento en el que empiezas a ver las cosas más claras, te quitas esa mochila y tiras todo lo que había en ella, que si nadie lucha por ti, tu tampoco tienes por que luchar por nadie, porque al fin y al cabo cuando de verdad necesitas a alguien que te apoye que te de fuerzas, la única persona que te va a apoyar incondicionalmente eres tú mismo, la que te va a sacar del fango cuando no puedas más, vas a ser tu misma, sacando fuerzas de donde no las hay, luchando contra viento y marea por conseguir todas esas cosas que queremos y deseamos.

Que al final cuando se apagan los focos y se baja el telón, son pocos los que se quedan contigo.