TU ERES MI MALDITO PROBLEMA (testimonio)

08 febrero

Este es el testimonio de Lolita Cuevas-Avendaño

Ayer, a las 2:37 am, estaba esperando sentada a que llegara el metro de Barcelona. A pocos metros de mí, una pareja de novios de veintitantos años discutía. El chico se levantó y le comenzó a hablar demasiado fuerte. Le tomó de la mandíbula y le gritaba como si se tratara de un maniquí. No sabía qué le decía porque hablaban en alemán pero las lágrimas de la chica y el volumen de él, evidenciaban lo obvio. Cada vez era más y más violento.

El chico la empujó y ella se golpeó la cabeza y el pecho contra la pared. Después la soltó con desprecio y se sentó de nuevo a su lado. Todo esto sucedió en pocos segundos, menos de veinte estoy segura. Entonces, cuando parecía -sólo parecía- que todo estaba en calma, me levanté y me senté al otro lado de ella, tocando su hombro. Y no dije absolutamente nada. Lo hice con la intención de incordiar al novio, para que se sintiese intimidado si quería seguir con el maltrato y se detuviera. ¡Qué tonta fui! De un momento a otro volvió a levantarse y continuaron los gritos y forcejeos.

Ese fue el momento en el que no pude más: me levanté también y me incliné para meterme entre ellos, protegiendo con mi cuerpo a la chica mientras seguía sentada sin reacción alguna, sólo lloraba. El novio se detuvo de nuevo. Se sentó. También volví a mi lugar y la tomé del brazo, dándole ligeros y discretos tirones en el brazo para que se alejara. No lo hizo. Llorando y en un inglés imperfecto me dijo: “De verdad, todo está bien. Yo estoy bien”. De todas maneras no me aparté. Ni la solté.



Había muy poca gente en el andén y casi todos eran jóvenes borrachos (sábado por la noche). Y nosotros tres sentados. Nosotros. Seguía tomando a la chica por el brazo y los tres clavamos la mirada en la pared negra del otro lado de las vías, mirando a nada, en absoluto y amenazador silencio. Ni siquiera nos volteábamos para cruzar miradas. Ninguno de los tres.

El novio comenzó de nuevo, ahora desde su lugar, sentado al otro lado de la chica. Habló, habló, habló, gritó, gritó, gritó. Y aunque no entiendo el alemán, me pude dar cuenta que le gritaba a ella señalándome a mí. Lo volvió a hacer: Se levantó y de nuevo le golpeó la cabeza y el pecho contra la pared. Lo volví a hacer: intenté protegerla de los gritos y abusos. De repente, los insultos iban dirigidos hacia mí. Me dijo: “¿Cuál es tu maldito problema? ¡Es mi novia! Y no te atrevas a tocarme, no-te-atrevas”. Claro que no lo iba a tocar, no estaba allí por él, estaba por ella. Y con una mirada de castigo y odio se sentó de nuevo. Hice lo mismo.

No sé si fueron las cámaras de seguridad o alguna buena persona que avisó, pero un instante después, aparecieron por el pasillo dos guardias de la seguridad. Les indiqué con la mirada que él era el abusador. Le hicieron preguntas y usaron como coartada el argumento de que lo habían visto bajar a las vías y que eso era delito. Después de un largo forcejeo y varios insultos hacia mí, consiguieron llevárselo. La chica seguía sentada, inmóvil. Luego se fue por el mismo pasillo por el que su novio se fue.
No sé si tú tienes un novio así o si eres alguien como él, pero quisiera responder a la pregunta que me hizo mientras salpicaba su saliva en mí, al hablarme con tanta rabia por haberme entrometido:

¿Quieres saber cuál es mi maldito problema? Mi maldito problema es que no me gusta que te sientas con el derecho de ofender, humillar, y maltratar a tu novia sólo por eso, por ser tu novia. Ni me gusta a mí ni le gusta a nadie. O al menos así debería de ser. Y no tienes absolutamente ningún derecho sobre ella. Como tampoco me gusta ser testigo de eso y hacer como si no estuviera sucediendo. Hacer como ese montón de gente que pasa por delante y sólo mira. No se detienen, siguen su camino. Mi maldito problema es que no te permito que sacudas a la chica, que le estires del cabello hasta hacerle doblar su cuerpo, que le grites a un centímetro de distancia de su rostro. No, no lo soporto. Mi maldito problema es que soy una chica que conoce los derechos de las mujeres y los hace valer. Te equivocas cuando te sientes superior y mejor que tu novia. Y me da demasiada pena cuando ver que ella cree que sí es verdad. Porque también está equivocada. Porque grita con lágrimas cuando la pisoteas, porque veo en todo su ser que contigo está asustada. Lo sé porque a mí me diste miedo cada vez que me gritabas y me mirabas.
Mi maldito problema es que seguramente no es la primera vez que la violentas así, y no quiero ni me atrevo a pensar de qué eres capaz cuando te enfrentas a ella y nadie os ve. Mi maldito problema es que nadie quiere ver a la amiga, hermana, prima, conocida o desconocida en la situación en la que está tu novia. Mi maldito problema es que le has convencido y manipulado para que crea que si la tratas como a la nada es por su bien. Por el bien de los dos. Y que todo eso lo haces porque la quieres.

Y tengo otro maldito problema: no quiero sonar a cliché, pero soy de esas mujeres que creció y vive en medio de un exceso de amor puro y duro. Que le pudre y le duele ver a las que agachan la cabeza cuando reciben insultos, malos tratos y golpes, porque creen que se lo merecen. ¡Gran mentira! Tengo el “maldito problema” de haber nacido en un siglo en el que cada vez estamos más informadas. Un momento en el que un beso, un ‘lo siento’, un ‘voy a cambiar’ o un ‘te quiero’, no me sirven de absolutamente nada si me están tratando mal.

Mi maldito problema es el de ‘meterme donde no me importa’ cuando veo la luz de alarma encendida. Lo siento pero sí me importa. Y me meto porque la única razón que tienes para violentar es que puedes. Porque sabes que ella tiene miedo y no va a reaccionar. Puedes gritar, exigir, retorcer, empujar, golpear y humillar. Por eso lo haces, porque puedes. Pero nosotras PODEMOS perder el miedo, PODEMOS unirnos, PODEMOS detenerte, PODEMOS exigir respeto.

Así que a ti te digo: la única diferencia entre tú y yo, es que a ti no te importa tu chica. A mí sí.


Y ese es TU maldito problema.

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3 comentarios

  1. Los pelos de punta que grandes verdades solo nosotras tenemos el poder de detener todo esto nosotras valemos mucho más que estos agresores de mierda nosotras podemos detener estos malditos problemas tenemos la obligación es acabar con ellos.NOSOTRAS PODEMOS Y DEBEMOS !!!

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  2. Es la realidad.
    Es triste que haya mujeres que todavía no saben lo que valen y no se den a valer todo lo que deberian

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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